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El Dolor Comunitario de O Death 

En esta crítica de Santiago Quintana’s electro-acústico actuación musical, la escritora reflecta en su propio dolor y el duelo comunitario.

Image: Professional photographic portrait of all of O Death's cast members each holding their instruments on the stage of Facility Theater. All members are standing expect for Quintana who is seated cross-legged in front holding a banjo. Image courtesy of Santiago Quintana.
Image: Professional photographic portrait of all of O Death’s cast members each holding their instruments on the stage of Facility Theater. All members are standing expect for Quintana who is seated cross-legged in front holding a banjo. Image courtesy of Santiago Quintana.

Vivir el dolor de la muerte de un querido es querer dormir un poquito más sólo para poder permanecer en el sueño con ellos. Es llorar a altas horas de la noche cuando de la nada te llega la soledad. El dolor es decir con envidia: “Yo también tenía un perro, pero se murió la semana pasada” cuando la gente comparte historias divertidas sobre sus mascotas. Es entonces, la vergüenza inmediata que sientes por arruinar una conversación agradable. Asimismo, es reír hasta que te duelen los cachetes al recordar una historia divertida sobre ellos. Vivir en el duelo es amar a tus muertos. 

Mi verano de tristeza comenzó una mañana en que mi mamá me llamó por teléfono y me preguntó que si estaba sentada. Después de escuchar esas palabras, inmediatamente supe que alguien había fallecido. Después de sentir un suspiro de alivio por el hecho de que no era mi papá, mi corazón se hundió al procesar que mi perro de 10 años se había ido. ¡Pasé de manejar bien las noticias a sentirme destrozada en segundos!

Una semana después, mi mejor amiga me llamó llorando. Vicki era la mamá de su pareja; ella era parte de su familia y una amiga mía muy querida. Estoy consciente de lo raro que es ser amiga de la mamá del novio de tu mejor amiga, pero Vicki era única. Nos conocimos mientras viajábamos por Marruecos. Durante dos semanas, Vicki y yo compartimos habitaciones de hotel, y por la noche, antes de dormir, me contaba historias sobre la nutria que tuvo como mascota en su infancia en Florida, su primer matrimonio en el Medio Oriente, y cómo su difunto esposo, Norman, la “meditó” hasta San Miguel de Allende. Ella compartió conmigo todas las cosas que la hacían feliz, además de un montón de indiscreciones que quizás nunca debí haber escuchado de la mamá del novio de mi mejor amiga, pero que nos hizo cercanas.

Una vez más me llené de lágrimas. En menos de un mes, había perdido dos almas que yo quería con todo mi ser. Y lo peor de todo, no existe una receta que te explique cuál es la forma adecuada de vivir el duelo que siente uno.

Siempre que me siento perdida entre mis sentimientos, como me sentí con este dolor, me doy cuenta de que el arte encuentra una manera de ser universal, incluso cuando surge de una experiencia individual. El arte tiene la capacidad de hacernos sentir menos solos cuando lidiamos con emociones complejas. Es como si alguien más entendiera exactamente cómo te sientes y pudiera expresarlo mejor. Mientras todavía estaba enredada en mi propia tristeza y dolor, recibí una invitación a un performance musical en el Facility Theatre en Chicago. Sin saber que sería una gran parte de mi duelo, asistí a O Death.

O Death de Santiago Quintana es una interpretación electroacústica de música folk y antigua sobre la pérdida. Este espectáculo de cuatro actos presenta una banda folk compuesta por Adam Kleiman (violín), Catherine Kroll (voz y oboe), Evan Thompson (voz y teclados), Joey Buttlar (percusión), Kirk Anderson (voz), Buck Segritst (trompeta), y Santiago Quintana (voz y banjo). Inspirándose en las tradiciones populares de Estados Unidos, el Reino Unido e Irlanda, el montaje me llevó a través de un viaje íntimo sobre el duelo en entornos como las montañas irlandesas, un barco británico y la región de los Apalaches.

O Death de Quitana es una odisea musical donde nos reunimos con los artistas en el escenario para contar historias de aquellos que nos han dejado, compartir fantasías fantasmales de amantes desafortunados, conmemorar a los fallecidos, hablar sobre los riesgos que tomamos para vivir, los tiempos en que desafiamos a la muerte misma y cuando bailamos con el diablo. Como estaba tratando de descifrar cómo sentirme en el luto de mi compañero más fiel y un alma muy afín a mí, había mucho espacio para que mis emociones fluyeran. Al llegar, fuimos recibidos por un pequeño teatro oscuro donde los únicos sonidos que se escuchaban eran los chiflados de los grillos y susurros de anticipación provenientes del público. La escenografía compuesta por muebles antiguos, bebidas, e instrumentos esperando a ser tocados sirve como una invitación a hacer nuevas amistades con el resto de los asistentes. El entorno es lo suficientemente informal como para sentirnos cómodos, pero lo suficientemente oscuro como para sentir que podemos explorar en privado las múltiples emociones que conlleva el duelo al oír la banda.

O Death presenta canciones populares conocidas por muchos. Estas canciones de la tradición anglosajona transmiten un sentimiento familiar como si las hubiéramos escuchado antes o las conociéramos de una vida pasada. Algunas de las canciones tienen sólo 40 años, mientras que otras tienen 400 años. La incorporación de componentes electroacústicos no sólo da a las melodías una sensación de contemporaneidad, sino que mantiene al público en asombro.

El espectáculo se divide en cuatro partes: Las Montañas, El Mar, Las Minas, y El Río.

Las Montañas comienzan con I’ll Fly Away, un himno de Albert E Brymley cantado a capella. La pieza es una canción optimista que celebra la buena vida vivida en la Tierra y la esperanza de que el espíritu del difunto se haya trasladado a un lugar mejor. Establece el tono para el espectáculo, ya que será una presentación emotiva, pero no necesariamente se centrará en los tonos oscuros que llegan a surgir con la pérdida de alguien. Me recordó a la vez que mi primo Luis Ernesto falleció inesperadamente a los 31 años. Nunca sentí que la manera apropiada de despedirme de él fuera en una iglesia limpiándome las lágrimas, sino bebiendo un poco de té y regocijándonos en su honor. El resto de la primera sección nos lleva a vivir las diferentes formas en que se ve la muerte a través de baladas, melodías de los Apalaches, canciones edificantes y un número desgarrador sobre la muerte de un amante. La intimidad creada por los cuatro cantantes al principio nos permite sentir que estamos a punto de presenciar algo especial, un acto de duelo colectivo. Fue fácil dejar que nuestros sentimientos fluyeran sin interrupción.

De repente las luces se vuelven azules y estamos en El Mar. Es un recordatorio sutil de que el dolor llega en oleadas. Esta sección comienza con una canción sobre los entierros en el mar, y somos transportados a un barco donde estamos rodeados de marineros, pensando en lo sublime qué es, qué puede ser la muerte y cómo nos gustaría que nos encontrara. Fue inevitable recordar a Vicki durante esta sección. Ella había sido tan aventurera a lo largo de su vida con tantas historias de su vida en el extranjero en lugares de los que yo nunca había oído hablar, que siempre sentí como si estuviera escuchando una historia de piratas cuando hablaba con ella. Durante este tramo, la banda nos invita a brindar por los vivos, esperando que todos tengamos vidas que valgan la pena vivir, frase que Vicki me dijo alguna vez.

La siguiente sección fue desgarradora. Las Minas son oscuras, al igual que las canciones que rezan por los familiares y los muchos efectos secundarios de la minería. Me acordé del terremoto del 19 de septiembre de 2017 en la Ciudad de México. La mitad de la ciudad se derrumbó, muchos de mis amigos perdieron sus hogares y la historia más trágica de todas fue la de los niños de primaria atrapados en el escombro debajo de su escuela. Así como estas canciones fueron un reflejo de cuántas vidas de trabajadores se pierden por la avaricia capitalista, estos niños murieron y sus familias tienen que vivir con el dolor insoportable de saber que todo se debió a la corrupción que permitió que la escuela se erigiera sin las medidas constructivas adecuadas.

Finalmente, el performance llega a su fin con El Río, un recordatorio poético de que la vida cambia constantemente y que sólo debemos fluir. Quintana nos despide con la canción Long Time Traveller, que se trata sobre cómo nosotros también nos iremos algún día. Esto me consoló un poco por la pérdida de mi perro, Hart. Según la tradición mexicana, la razón por la que nuestros perros se mueren primero es porque se supone que ellos deben aprender un viaje por el inframundo para luego guiarnos en el recorrido cuando llegue nuestro momento. Saber que algún día nos reuniremos es lo único que me reconforta cuando lo extraño.

Image: A stage view during the performance from the point of a view of an audience member a few rows back from the stage during O Death. Quintana is seated and singing towards the audience, whilst a cast member stands center playing the violin. Image courtesy of Santiago Quintana.
Image: A stage view during the performance from the point of a view of an audience member a few rows back from the stage during O Death. Quintana is seated and singing towards the audience, whilst a cast member stands center playing the violin. Image courtesy of Santiago Quintana.

O Death de Quintana explora la complejidad del duelo a través de la música. Algunas de estas canciones son desgarradoras, mientras que otras son más ligeras. El duelo no se ve de una manera y puede verse de manera diferente para la misma persona según el día. El performance me permitió sentir mis emociones, llorar, y honrar el espíritu de mis seres queridos. No creo que los lutos se terminan, pero me sentí vista y reconfortada por las personas en la sala, incluso si no sabíamos lo que cada uno de nosotros estaba procesando. Ese es el poder de la interpretación O Death de Quintana.

Puedes escuchar el álbum digital O Death de Santiago Quintana en todas las plataformas de streaming.


Sobre La Escritora: Sofía Sanchez Borboa has held exhibition-making roles in the Museo de Arte Carrillo Gil in Mexico City, the Sullivan Galleries, and the Field Museum in Chicago. She holds a bachelor’s degree in Art History from Centro de Cultura Casa Lamm and a master’s degree from the School of the Art Institute of Chicago in Visual and Critical Studies. She recently published her first book, Anyone who has never been bored cannot be a storyteller, a fragmentary retelling of Coyoacán, Mexico City. 

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